La enfermedad de la reina


En el octavo año de su mandato, la Reina desarrolló los síntomas de una enfermedad que el Doctor Real no había tratado nunca ni tampoco había sabido encontrar en los libros de medicina de los que disponía: la Reina estaba irritable y tenía los ojos rojos, le dolían el cuello y la espalda y la cabeza, gritaba iracunda a sus lacayos y sirvientes (incluso a los nobles), padecía insomnio y había perdido el apetito. «Los apetitos», apuntó el Rey con aire de tristeza y ligerísimo mohín de frustración.

Ya no salía a montar a caballo con el príncipe y la princesa porque no tenía tiempo, que se consumía en las numerosas labores de una Reina: dictar, revisar y firmar leyes, juzgar disputas, librar batallas, asistir a los cónclaves, etc. Aunque no siempre era imprescindible, la Reina insistía en estar presente o controlar todas estas actividades, que aumentaban constantemente. Terminaba exhausta, día tras día.

Llamaron a los más sabios doctores del Reino y nadie sabía diagnosticar el Mal de la Reina, como empezó a llamarse en las conversaciones de la calle. Desesperados, emitieron un pregón para encontrar a quienquiera pudiese ayudar a la sanación de su Reina.



Acudió el Psicofante, especialista en hábitos, y mantuvo una larga conversación en tono amistoso durante un tiempo con la Reina, acompañados por el Rey consorte y el Doctor, quienes escuchaban con atención a las preguntas del especialista y asentían con reverencia a las respuestas de la soberana. Tras la conversación, el Psicofante habló con autoridad:

Lo que Su Majestad padece es un caso de Khansiedad, una enfermedad grave del espíritu que le está provocando todos los síntomas que muestra y otros peores que están por llegar si no se le pone remedio inmediato.

¿Y cuál es el remedio? , preguntó curioso el Rey.

Reducir a la mitad las labores del reinado y doblar las actividades de asueto. Al menos 3 lunas para ver beneficios y luego mantener estos hábitos el resto de la vida.

¿Qué queréis decir?

La mitad de cónclaves del consejo. La mitad de juicios de conflictos. La mitad de batallas. La mitad de leyes. El doble de horas de sueño…

Pero, no puedo… empezó a protestar la Reina.

El doble de tiempo con el príncipe y la princesa. El doble de comida y vino. El doble de paseos a caballo. El doble de placeres con el Rey…

Eso sí podría… sonrió mirando al Rey.

Podría recomendaros algunas pócimas para conciliar el sueño y abrir el apetito apuntó el Doctor.

Los apetitos… sugirió el Rey con una casi imperceptible sonrisa en la comisura de los labios.

Espero haber resultado de ayuda , se despidió el Psicofante.

Como suele ocurrir con estas historias hay diferentes versiones para el final de la historia del Mal de la Reina:

En una de ellas, la soberana comienza a seguir las instrucciones del Psicofante durante dos lunas, pero, al no ver mejora inmediata, vuelve a su actividad habitual y muere por falta de sueño.

En otra versión, la Reina aplica el remedio del Psicofante y vivió feliz una larga vida.


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Fotografía en blanco y negro de Albert Einstein
Madelgarius en Wikipedia Commons

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